La respuesta que desde la comunidad internacional, principalmente Estado Unidos, da al EI no es independiente de la que desde hace más de una década se viene aplicando respecto del yihadismo global en su conjunto. Sin embargo, los mecanismos implementados hasta el momento, pareciera que no lograran adaptarse a las especificidades de este nuevo órgano terrorista. En el mundo occidental en general y en el ámbito de la Unión Europea en particular, cada país afectado hace frente al EI en el cuadro de sus respectivas estrategias nacionales antiterroristas.
Pero el funcionamiento de esta estrategia político-militar, parece complicarse cada vez más. Más allá de las divisiones religiosas, las milicias o grupos rebeldes, el papel de Rusia o Irán, se suman las diferentes tácticas que siguen en la zona de Turquía y Arabia Saudí, entre otros que, aun siendo miembros de la coalición, sostienen a la vez a los aliados de EI.
Todos los países que están declarados en contra de EI, consideran que hay que combatirlo dentro y fuera de la zona donde ha logrado instaurar su dominio. No obstante, esta se ve condicionada, entre otros problemas internos por la frecuente disputa entre suníes y chiíes.
Pero el funcionamiento de esta estrategia político-militar, parece complicarse cada vez más. Más allá de las divisiones religiosas, las milicias o grupos rebeldes, el papel de Rusia o Irán, se suman las diferentes tácticas que siguen en la zona de Turquía y Arabia Saudí, entre otros que, aun siendo miembros de la coalición, sostienen a la vez a los aliados de EI.
Todos los países que están declarados en contra de EI, consideran que hay que combatirlo dentro y fuera de la zona donde ha logrado instaurar su dominio. No obstante, esta se ve condicionada, entre otros problemas internos por la frecuente disputa entre suníes y chiíes.
Irak
Sin duda se trata de
uno de los países que más ha sufrido los embates de Estado Islámico. Su
gobierno chií, que no alcanza gran aceptación en las regiones de mayoría suní,
se enfrenta así a dos dilemas naturalmente atados entre sí: el primero, de
orden político, tiene que ver con la legitimidad del Gobierno.
El Estado Islámico se ha convertido, al menos en lo fáctico, precisamente en un estado alternativo, con sus propias estructuras gubernamentales, ocupando la tercera parte del país y disputándole el control de ciudades como Mosul. El segundo dilema es de carácter económico: El Estado Islámico se ha patrocinado con la explotación de campos petrolíferos en las zonas conquistadas, además de acudir al contrabando, al robo de bancos y demás formas de financiación que competen directamente al gobierno iraquí. |
Siria
Si en Irak el gobierno
se enfrenta a un problema de orden económico, la situación en Siria es mucho
peor. Aunque no hay forma confiable de acceder a las cifras de producción
petrolífera de Estado Islámico, la mayoría de ellas coinciden en situarla
alrededor de los 80.000 barriles diarios (a diciembre de 2014), lo que la pone
por encima de la producción del Gobierno sirio.
Así, Siria se queda de facto sin una fuente considerable de ingresos, aun sin tener en cuenta las obvias consecuencias económicas que se desprenden de la pérdida de territorio e infraestructura. Sin embargo, Siria es un caso anómalo puesto que, políticamente hablando, la existencia de Estado Islámico beneficia a su gobierno, que sin la presencia de una amenaza mayor en su territorio se habría visto enfrentado a una presión diplomática (y eventualmente militar) bastante fuerte por parte de Occidente. |
Turquía
Los turcos se enfrentan
a un dilema en varios frentes: la ciudad de Kobane, disputada por Estado
Islámico al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), está cerca de su
frontera. De implicarse directamente, estaría colaborando con el PKK (grupo considerado
terrorista tanto en Turquía como en Estados Unidos y la Unión Europea), y
alentando indirectamente su lucha independentista.
De no hacerlo, corre el riesgo de perder el liderazgo regional que ha buscado consolidar (y que se traduciría, naturalmente, en acuerdos económicos más favorables para el país). Además, pone en riesgo su ya frágil relación (tanto económica como militar) con los países de la OTAN. Y aun así, Turquía se cuenta entre los países que han comprado (a través de intermediarios), el petróleo producido por Estado Islámico (a precios muy favorables), lo que podría explicar, al menos parcialmente, su reticencia a implicarse en el combate (además, a través de Turquía llegan la mayoría de militantes europeos para el grupo yihadista). |
Irán
Este es sin duda el
país que mejor ha manejado la crisis. Su apoyo a Al Assad se convirtió, tras la
aparición de Estado Islámico, en la posibilidad de unirse a la campaña de
Estados Unidos en contra del grupo yihadista, convirtiéndose (con su apoyo logístico
y económico a las fuerzas peshmerga sobre las que Estados Unidos ha concentrado
casi toda la responsabilidad en lo que a combates terrestres se refiere) en
parte indispensable de la estrategia de Occidente para combatir al grupo.
Esta última condición le ha permitido alcanzar un mayor margen de maniobra en las negociaciones que adelanta en torno al tema de su producción de energía nuclear, alcanzando términos más óptimos y acercándose considerablemente a Estados Unidos, situación que le permite, a su vez, consolidar un liderazgo regional insípido y estimular su economía. |
Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Yemen
Los tres países han
articulado su estrategia en torno al mismo problema: la crisis diplomática (y
potencialmente económica) que les representó la develación de cuantiosas
donaciones realizadas por empresas o personajes de dichas nacionalidades a
grupos como Estado Islámico o el frente Al Nusra de Al Qaeda. Así, se han
implicado directamente en la confrontación persiguiendo dos objetivos: mantener
saludables sus relaciones con Occidente y combatir el contrabando de petróleo,
que afecta directamente sus finanzas.
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Estados Unidos
El gran líder de la
confrontación se ha cuidado en esta ocasión de repetir los errores de Irak
(2003). Su implicación se ha limitado a tres cosas: apoyo aéreo, a través del
cual ha bombardeado campos petrolíferos y sitios estratégicos (poniendo el
acento en una guerra de tipo económico por el control del petróleo en la zona);
asesoría militar para los grupos peshmerga y el ejército iraquí; y envío de
armamento a los grupos aliados (les considere terroristas o no). Su interés
(casi exclusivamente económico) se deriva de la zona en la que se libra el
conflicto, lo que explica que no haya reaccionado de igual forma ante casos
similares, como Boko Haram en Nigeria o Al Shabab en Somalia.
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